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Vendemos un nuevo turismo, de tipo cultural, que no se reduce sólo a playa, sino que permite la integración en la sociedad mallorquina». Así define Cristina Aspachs, directora del instituto, los cursos de castellano que organizan para los turistas que no desean «quedarse todo el día en s'Arenal».

Los alumnos pueden alojarse en hotel o con una familia mallorquina, posibilidad ésta que, además de ser más barata, resulta «más positiva de cara a la integración en la sociedad mallorquina», comenta Cristina, a la que los números dan la razón: de los 85 alumnos con los que cuenta actualmente la escuela, 55 se hospedan con familias. Paola, italiana de 26 años, cuenta maravillas de esta experiencia y confiesa que «apenas sabía castellano cuando llegué, y he aprendido mucho. Con mis amigas de Italia sigo hablando italiano, y con la gente de otros países se hace una mezcla, un poco de todo. Pero siempre se habla algo de castellano». Ese es, para Cristina, el objetivo principal de las clases: «Que desde el primer día puedan decir alguna frase, hablar un poquito. Intentamos que sea un curso muy comunicativo».

Las clases se imparten en pequeñas aulas en las que los alumnos, nunca más de diez por clase, atienden al profesor, que da sus explicaciones con la ayuda de una pequeña pizarra. En verano la escuela cuenta con diez profesores. El curso general, cuyo precio es de 24.000 pesetas semanales, incluye 20 horas de clase, divididas de lunes a viernes en cuatro diarias, de 9.00 a 13.30, con media hora de recreo. «Nunca se hacen pesadas, porque no se parecen a lo que estudiamos en invierno», comentan los alumnos. Los cursos de iniciación reúnen a alumnos de todas las procedencias, que luego se dividen en función de su rapidez en el aprendizaje. Y es que hay una gran diferencia dependiendo de la lengua materna: los estudiantes centroeuropeos reconocen que les cuesta mucho aprender, mientras que los italianos encuentran el castellano «muy fácil. Lo único difícil son los acentos».