A la izquierda, sentada, Cintya; a la derecha, Luis Alfonso. Foto: MICHEL'S.

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El ganadero Samuel Flores suele salir siempre a la mar con invitados.
Ya he dicho en numerosas ocasiones que es un tipo sensacional en todos los aspectos, adornado con dos virtudes que a nosotros, los periodistas, nos van muy bien: su sencillez y amabilidad. Pues bien, don Samuel, que tiene fondeado su barco en el mismo pantalán que tiene el suyo su consuegro, el duque de Suárez, se hizo a mediodía de ayer a la mar con su esposa e hija, con Carmen Martínez Bordiu y sus hijos, Luis Alfonso, que está claro que se fumó la regata larga de la Copa del Rey, y Cintya, que a sus catorce años irradia esplendor por todas partes.

En un momento determinado, pensando que su soledad estaba más que salvaguardada por la distancia existente entre las rocas y ellos, entre tapa de Jabugo va, tapa de Jabugo viene, se bañaron sin prisas, plácidamente, disfrutando de ese bálsamo en que se convierte el agua cuando te rodea por todas partes, incluso por encima de la cabeza. ¿A que lo han experimentado en más de una ocasión? ¿Y a que en ese momento pasa usted de lo que no sea lo que está haciendo y de lo más próximo? ¡Seguro que sí! ¡Qué importa lo que suceda, o que navegue lejos de donde se encuentra! Del baño nos llamó la atención ver que todas las señoras lucían bañador de una pieza, o biquini, de color negro. ¿Acaso se le ha muerto a usted un toro, don Samuel? Pues lo parecía.