Mallorquines y turistas pasaron ayer un día como otro cualquiera en
la Platja de Palma tomando el sol y bañándose en el mar. Sólo hubo
una pequeña diferencia. A los típicos complementos de playa les
acompañaban unas gafas de cartón con filtros especiales para poder
observar cómodamente el eclipse de sol.
El eclipse solar tuvo su comienzo a las once y un minuto y
finalizó a la una menos cuarto del mediodía, teniendo su mayor auge
a las doce y veintidós minutos. Curiosamente, muchos de los
turistas que llevaban este tipo de gafas eran de procedencia
portuguesa, que las habían adquirido en farmacias y ópticas antes
de llegar a la Isla. «Los medios de comunicación habían informado
de que sería muy peligroso mirar el eclipse sin ningún tipo de
protección, así que me aseguré de comprarlas allí en Portugal por
si no podía encontrarlas aquí», afirmó Eugenia Fonseca.
Otros mostraron menor interés. Como Magdalena García, que
comentó que «esto del eclipse, a parte de ser un timo, es un
sacadineros y un comecocos, así que no me he molestado en comprar
nada para verlo, aunque no me arriesgaré a mirarlo fijamente».
Tanto en la playa como en los centros urbanos todos vivieron de
una manera especial ese ligero oscurecimiento del cielo a partir de
las 12 del mediodía. El sol siguió brillando, tal vez más de lo que
pensaban algunos. «Apenas se ha notado. No ha sido para tanto.
Pensé que iba a oscurecerse más el cielo», comentaba Francisco
Torrens.
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