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No han podido por menos que llamar la atención la dureza y rapidez con las que los representantes de la Asociación de Agroturismo de Baleares han respondido a la iniciativa del Govern, en orden a promover el alquiler de casas en suelo rústico. Francamente, si dichos empresarios muestran idéntico celo a la hora de atenerse escrupulosamente a la normativa que rige su particular sector, no cabe la menor duda de que éste llegará a tener un funcionamiento modélico.

Como bien ha dicho el conseller d'Agricultura, hoy por hoy la oferta de agroturismo presenta un carácter elitista. Por otra parte, no siempre responden este tipo de establecimientos a los principios que teóricamente inspiran su normativa. Por decirlo de una forma más clara, en muchos casos se brinda al cliente bastante más «turismo» que «agro», quedando éste relegado a unas pocas muestras testimoniales, cuando no de un pintoresquismo de dudoso carácter, dicho sea todo ello con las excepciones de rigor.

Por lo que no se comprende muy bien "más allá de las reticencias lógicas a que se aumente la competencia en lo que algunos consideran cotos cerrados" una reacción tan fulminante, teniendo en cuenta que podría ser precisamente el agroturismo el que ha sufrido una clara desviación de lo que inicialmente debieron ser sus naturales objetivos.

Todo ello nos lleva a recomendar más calma a unos y mayor elaboración en la iniciativa y proyectos a otros, a fin de que no se vean lesionados intereses que son legítimos, por un lado, y por otro que se salga adelante en esa idea de hacer rentables las casas de campo, para que sus propietarios no se vean forzados a venderlas. Que en definitiva es de lo que se trata.