De todos es sabido que las masas son fácilmente manipulables si se emplean para ello los métodos adecuados. Siglos de análisis políticos preceden a los estadistas de hoy y casi a ninguno de ellos le sobra el título de «Maquiavelo». Dicho así parece que los altos despachos del poder sean lugares siniestros donde se traman las más hábiles estratagemas para adherirse a la opinión pública. En la actualidad se han dejado de lado las maniobras siniestras "al menos en los países civilizados" para abrazar todos los medios que las modernas tecnologías ponen al alcance de los poderosos en su intento por captar la atención, primero, y el voto, después, del ciudadano de a pie. Y ahí está el quid de esta cuestión. Que el ciudadano de a pie escucha la radio, lee los periódicos, conversa con sus vecinos y compañeros, pero, sobre y por encima de todo, ve la televisión. Y muy extendida está la idea de que todo cuanto se dice en televisión es cierto.
Editorial
El uso partidista de la televisión pública
08/10/99 0:00
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