Las cifras del paro son tradicionalmente argumento de
enfrentamiento entre el partido en el poder, la oposición y los
sindicatos. Claro está que los gobernantes tenderán siempre a ver
la parte positiva del asunto, aun cuando los datos sean nefastos.
Es lo que acaba de ocurrir. Las cifras del desempleo de octubre han
caído como un jarro de agua fría sobre aquéllos que enarbolan la
bandera de la bonanza económica. Más de 21.000 personas se
apuntaron el mes pasado en las oficinas del Inem, para acompañar al
más de millón y medio que ya estaban allí.
El Gobierno se apresura a valorar la mayor estabilidad en el
empleo, que se trata de la tasa de desempleo más baja desde 1979 y
el hecho "en su opinión resaltable" de que en esos treinta días se
hayan firmado más de 1.200.000 contratos. Dicho así, sin más
explicaciones, el dato es fabuloso. Bastarían cuarenta días para
acabar con el paro en España. Pero no, nada más lejos de la
realidad. Lo que refleja esa cifra es que en nuestro país se firman
contratos a diario y a diario se dan por zanjados. Con la entrada
de las empresas de trabajo temporal, muchísimas personas trabajan
con contratos de un día, de una semana o de un mes. En este
sentido, el PSOE ha denunciado que en la actualidad hacen falta 57
contratos para crear un solo puesto de trabajo, lo que da una idea
de la situación laboral que padecemos.
España sigue siendo el furgón de cola europeo en cuanto a empleo
y eso equivale a decir en cuanto a todo. Porque el empleo es la
base de una sociedad sana y en estos momentos hablar de pleno
empleo para dentro de unos pocos años "como ha hecho Aznar" es una
temeridad, porque a la vista está que el tejido productivo del país
sigue siendo el mismo de décadas pasadas y el resultado, en estas
circunstancias, no puede ser otro que el desempleo.
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