Acaban de hacerse públicos los datos globales del paro de 1999 y
las cifras, si bien dan pie a cierto optimismo, también contienen
elementos preocupantes. En conjunto, el año se ha saldado con
171.000 parados menos que en 1998, aunque lo positivo de este dato
queda contrarrestado con el hecho de que todavía quedan incritos en
el Inem más de 1.600.000 personas. El Gobierno, naturalmente,
extrae en sus conclusiones las variantes más alentadoras del
informe del Instituto Nacional de Empleo y destaca que el 9'78% de
parados con que se ha cerrado el año es la tasa de desempleados más
baja desde 1979.
Pero en estas cuestiones no es oro todo lo que reluce y detrás
de las cifras frías y manipulables de los expertos se esconden
situaciones reales, humanas, algunas veces llenas de dramatismo y
de picaresca. UGT, por ejemplo, subraya que a lo largo de los
últimos doce meses se suscribieron algo más de 1.200.000 contratos
indefinidos, lo que a simple vista puede parecer una hermosura.
Pero en contrapartida se firmaron la friolera de doce millones de
contratos temporales "en ocasiones de unos días", lo que deja en el
aire a miles de trabajadores que dependen de una renovación
contratual que muchas veces no llega nunca. En opinión del
sindicato, es esta temporalidad extrema la que aleja a nuestro país
de sus vecinos europeos y también la que demuestra el fracaso de
las políticas de empleo del Gobierno del Partido Popular.
Pero también se dan casos de cariz contrario, como ocurre con
los parados que cobran el desempleo y al mismo tiempo se dedican a
hacer chapuzas muy bien pagadas o aquellos que rechazan realizar
según qué tipo de trabajos que ahora se ven cubiertos por
inmigrantes que llegan por miles, cuando en nuestras mismas Islas
hay todavía miles de parados incritos en el Inem.
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