«La pena de muerte es un asesinato legal», afirmó ayer en Palma
Margalida Capellà, coordinadora de Amnistía Internacional, con
motivo de una conferencia sobre el tema en el Centre de Cultura Sa
Nostra. Tratada desde un punto de vista político, jurídico y en
defensa de los derechos humanos, tuvo como motivo central la
sentencia dictada en Estados Unidos contra Abu-Jamal e incidió en
su contenido racial y de clase.
Según indicó Margalida Capellà, el día 10 de diciembre de 1998
se celebró el 50 aniversario de la Carta de Naciones Unidas sobre
los Derechos Humanos. El mismo día era ejecutado en Estados Unidos
un joven retrasado mental como colofón a una negra lista de 30 reos
eliminados en estas condiciones de minusvalía psíquica desde 1977.
«La pena de muerte niega el derecho a la vida y en Estados Unidos
no se dan las debidas garantías procesales, con juicios politizados
en un sistema costoso», recalcó.
Así, solamente en 1999 han sido ajusticiados en Norteamérica un
centenar de condenados (500 desde 1977), los cuales, según Amnistía
Internacional, padecieron un estricto aislamiento y malos tratos
durante sus largos años de reclusión. Este procedimiento, en
opinión de Capellà, viola el Derecho Internacional y Penal y
adolece de claros prejuicios raciales. Además, para AI, la pena de
muerte es degradante tanto para el condenado (que en América conoce
el día, la hora y el método a utilizar) como para el Estado.
Asimismo, éste tiene interés en prolongar la vida del reo hasta el
momento de la ejecución, como se ha demostrado en los casos de
ejecutados después de su hospitalización.
Según los datos recogidos por Amnistía Internacional, en la
actualidad existen 70 países abolicionistas (desde 1975, España),
13 que la aplican por determinados delitos, 23 que la conservan
pero no la aplican y 90 que la aplican. Entre éstos, China y
Estados Unidos van en cabeza en número de ejecuciones. Así, en 1998
se contabilizaron 1.628 ajusticiados en 37 países.
Para Capellà, Estados Unidos ha apoyado las más importantes
normas internacionales sobre derechos humanos, pero se muestra
reacio a comprometerse con ellas. Los negros, que constituyen sólo
el 12 por ciento de la población, representan, sin embargo, el 42
por ciento de los condenados, casi siempre convictos de asesinar a
un blanco.
Para Jaime Bueno, la abolición de la pena de muerte en Europa
contrasta con su aplicación masiva en Estados Unidos, donde, en su
opinión, no existe proporcionalidad entre delito y pena. Así,
criticó que en la primera potencia económica mundial la tutela por
la vida humana haya evolucionado menos que en Europa, como
resultado de la debilidad en el principio de presunción de
inocencia.
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