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Mientras el presidente del Gobierno en funciones y vencedor en las pasadas legislativas, José María Aznar, daba a conocer las líneas generales de lo que será la próxima legislatura, continúan las declaraciones y contradeclaraciones en el seno del PSOE tras la crisis abierta después de la dimisión de Joaquín Almunia. Hay que reconocer, tal y como señalan muchos de los dirigentes socialistas, que cuentan con casi ocho millones de votos, lo que demuestra el respaldo recibido por su oferta política. Ahora bien, el mensaje de una necesaria renovación también está patente en los resultados obtenidos el 12-M. Tal vez no se trata de un cambio en la ideología del partido, puesto que éste se encuentra en la misma línea que el resto de las formaciones socialdemócratas europeas. Es la misma imagen que ofrecen los dirigentes socialistas la que parece requerir una profunda revisión.

En este sentido, puede tener razón Josep Borrell en la necesidad de una refundación. En estos momentos, los integrantes de la cúpula socialista han tenido un papel activo en la época de Felipe González y el electorado de izquierdas puede haber querido forzar una ruptura con las etapas de Gobierno del PSOE en las que se produjeron notables escándalos de corrupción.

No es en absoluto una tarea fácil, pero es necesaria a todas luces no sólo para beneficio del propio partido socialista, sino también para la misma democracia por cuanto tiene que existir una alternancia en el poder que requiere una oposición fuerte.

Pese a todo ello, hasta el momento, Chaves parece ser quien dirigirá la gestora y se habla de José Bono como nuevo secretario general del PSOE, nombres que no son precisamente savia nueva en el seno del partido socialista.