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Cuando la tarde se marchaba hacia el oeste a agazaparse tras el castillo de Bellver, se mecían en las aguas de nuestra bahía el yate «Cisne Negro» de Tyronne Power y el velero «Zacca» de Errol Flyn. En la cubierta, Francisco Brull, marinero del «Black Swan» y Jaime Terrasa Valls, «factotum» de Flyn, juraban haber visto a «Ty» con la indumentaria de Salomón que vestía cuando la muerte le sorprendió en el plató de rodaje y a Errol con un vaso de ginebra en la mano en compañía de su perro Fubar. Los tres murieron el mismo verano, el de mil novecientos cincuenta y ocho.

Allí, en la cubierta de las dos embarcaciones ancladas una junto a la otra "la de Flyn a la venta por seis millones de pesetas", los dos astros de la pantalla habían regresado a la bahía para escuchar bajo las estrellas del verano, el sonido de las voces de «Los Javaloyas», que actuaban como cada noche en la terraza de «El Chico». El local estaba rodeado de palmeras y la voz de Tony Felany y la de Serafín Nebot sonaban como un cristal en la noche. Errol sonreía y retó a «Ty» para que hiciera sonar sus tacones en «El Farolillo Rojo», donde Leonor Amaya hacía entrar el aire en danza mientras Diego Blanco tañía su guitarra flamenca.

Power prefería escuchar los acordes de la orquesta de Bernat Gilda sentándose en la terraza del hotel Victoria pero temía que, desde allí, Flyn encaminase sus pasos como siempre hacía hacia el Joe's de Gomila y terminase con las existencias de ginebra del local. Tyronne Power no pensaba acompañarle hasta su barco si Flyn balanceaba su ebrio esqueleto. Al final se quedaron en cubierta cantando a dúo «Bahía de Palma, Aurora de Amor...» que popularizara Andy Russell. A las seis de la madrugada el sol comenzaba a despuntar.