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Todos coinciden en que la competencia es muy alta en la fase nacional de la Olimpiada Matemática Española, «porque están los mejores de cada comunidad», dice Jaime Crespo, participante de La Rioja, que, como sus compañeros Eduardo Haro y Juan José Cerrolaza, aspira a «hacer lo que se pueda».

Unos se declaran entusiastas de las Matemáticas, otras, en cambio, confiesan que no es asignatura de su devoción, pero que se les da bien. Miguel Martínez, de Barcelona, asegura que le gusta más el tipo de problemas que se plantean en estas olimpiadas, que las Matemáticas que estudia en clase, «por ejemplo, la geometría me gusta bastante», dice. Y es que «son problemas para demostrar el ingenio y no hacen falta grandes conocimientos. En cambio, los ejercicios de clase consisten en aplicar fórmulas y esto es aburrido», añade Alfredo Lafuente, alumno de Soria.

Algunos tienen experiencias anteriores de participación en la fase nacional de la Olimpiada Matemática, como es el caso de Sebastià Bosch, de Ciutadella (Menorca), que el año pasado estuvo en Granada y conoce bien el tipo de cuestiones que se plantean en esta fase. «El año pasado no conseguí ningún premio y este año vengo a probar de nuevo, porque, además, la experiencia es muy buena. Me gustaría que me pusieran algo en lo que pueda aplicar lo que he aprendido, porque los problemas que no has visto nunca es más difícil que te salgan», explicó Sebastià.

De los 108 jóvenes que asisten a esta Olimpiada, sólo 14 son chicas. Los organizadores de esta competición dicen que este hecho es «puramente circunstancial», que no significa nada. Verónica, de León, y Paula y Virginia, de Zaragoza, representan a esta minoría y aseguran que la iniciativa de participar no salió de ellas, sino que fueron sus profesores los que las animaron.

Las tres consideran que la suerte juega un papel importante en las pruebas, así como que los nervios no te jueguen una mala pasada.