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Semana Santa: tiempo de rezos, de regatas y de que los clásicos regresen a la Isla
Estamos en Semana Santa. El Príncipe y la infanta Cristina ya se encuentran en Palma. Sus padres llegarán pasado mañana, procedentes de Dinamarca, donde pasarán el fin de semana celebrando los 60 años de la reina Margarita, hermana de Ana María, esposa de Constantino de Grecia, y por tanto cuñada suya, y mañana puede que lo haga la infanta Elena, su esposo y su hijo Froilán.

A todo esto, también han llegado Diana de Francia, con sus 60 esplendorosos años a cuestas "el duque llega el lunes", mientras que Birguita de Suecia, aprovechando el buen tiempo reinante, se ha cambiado de casa: ha dejado la que tenía en Los Pámpanos y se ha pasada a las de Miramar de Santa Ponça, de Habitat Golf de Santa Ponça. Ayer su buena amiga Olga de Bestard le estaba ayudando a hacer el cambio que quiere tener finiquitado a principios de semana pues el miércoles le llega Christian, su hijo mayor, con su mujer y su hijo. Por cierto, Olga y Tumy Bestard, cónsul de Estados Unidos en Mallorca, estuvieron anteanoche en la cena que el embajador norteamericano ofreció a Abel Matutes con motivo de su despedida del ministerio de AA EE y del gobierno. Porque, ¿saben?, Abel se retira y se dedica a los negocios, que ya va siendo hora, aunque queda a las órdenes del partido. Faltaría más.

La otra tarde me llamaron dos vecinos de es Molinar, primera línea, preocupados de que la zona se convierta en zona de ocio al estilo de sa Llonja o Botellón. «Parece ser que la vieja iglesia la quieren convertir en un bar tipo Àbaco», me advirtió mi comunicante. Me acerco hasta es Molinar y, efectivamente, la fachada de la vieja iglesia, sin culto desde tiempo inmemorial, ubicada en la curva de la playita, está cubierta por una malla verde. Observo que en su interior están haciendo obras. Le pregunto a uno de los albañiles que qué hacen y de quién es y me cuenta que el inmueble ha sido adquirido por un mallorquín que lo quiere transformar en su casa, conservado el interior. Por tanto "dice el obrero" «aquí no hay bar que valga».