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Sábado por la noche. hospital Joan March. Un hombre de unos ochenta años ingresado en el hospital como consecuencia de una agudización de su insuficiencia respiratoria, que le obliga a estar cada día conectado a una bombona de oxígeno, descubre a una persona que está manoseando en el armario. Se levanta de la cama y le increpa: !Qué hace ahí! ¡Qué busca!. Descubierto el presunto ladrón huye, alegando que se ha equivocado de habitación. Acude una enfermera, o auxiliar de enfermera, que hace al enfermo que vuelva a su cama mientras que el sorprendido ladrón se retira a su habitación impunemente en espera de una nueva oportunidad. En esta ocasión no se produjo ningún robo pero sin embargo, las sustracciones en los hospitales existen y no por el hecho de considerarse algo normal, por eso de que en cualquier sitio se producen robos, deja de ser excusable y máxime cuando se trata de personas enfermas que no pueden defenderse y valerse por sí mismas. En este punto cabe plantearse si nuestros hospitales son seguros o por el contrario hace falta mayor seguridad. Y es que si ni en los hospitales las personas pueden estar seguras...

El presunto ladrón en este caso era otra persona ingresada en el hospital y reconocida por los trabajadores. Una persona con problemas de drogadicción y que también ha pasado por el Psiquiátrico. Y es que en un mismo hospital conviven personas de muy distinto ambiente y que, además, van pasando de un hospital a otro. Sin duda, de este problema ninguna culpa tienen las enfermeras o las auxiliares de enfermería que no es su función, están atemorizadas y en más de una ocasión (ello ha pasado al menos que sepamos en Son Dureta) se han encontrado con que les han sacado una navaja u objeto punzante.