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Ígor, el padre, junto con su esposa, Svetlana, y el pequeño de la familia, Arkasha, por una parte; y la guapa Kristina, por otra. Los primeros, formando trío, alternan los equilibrios con las contorsiones, llevando todo el peso de la función el padre. Kristina, por su parte, es puro dominio de la columna vertebral, pues hace con ella lo que le viene en gana. Por ejemplo, en un momento determinado, echando el cuerpo hacia atrás, introduce la cabeza por entre sus piernas, que a continuación sujeta entre sus manos como si tal cosa. Una barbaridad de ejercicio, por lo difícil que es realizarlo y que, sin embargo, ella lleva a cabo como si nada.

El matrimonio se conoció cuando ambos estudiaban en Moscú en la Escuela de Circo. Años después se casaron y cuando llegaron los hijos montaron su propia troupe: Family Kiréyev. Y así han recorrido diversos países de Europa, tales como Suiza, Italia, Holanda y han participado en el festival de circo de Montecarlo. Ahora, desde hace un año, viven y trabajan en Mallorca. El pequeño recibe clases de primero en el Jaume I de Palma, donde sus colegas flipan cuando ven lo que es capaz de hacer. Por su parte, Kristina ha dejado los estudios para dedicarse enteramente al circo.

El padre hace un gesto como de no gustarle el novio de su hija, no por el novio en sí sino por lo que hace. Seguramente le hubiera gustado otro artista con el que incrementar el grupo. Es un decir, claro.