Los ciudadanos de a pie asistimos asombrados a las cifras
multimillonarias que se barajan en las más recientes operaciones
financieras de nuestro país. Esta semana, después de la frustrada
fusión de Telefónica con la operadora holandesa KPN, se ha
producido el «matrimonio» entre Terra, el portal de Internet de la
privatizada compañía telefónica, con la americana Lycos, lo que ha
supuesto a Juan Villalonga un desembolso de más de dos billones de
pesetas, un 56 por ciento más de lo que vale esa empresa en la
Bolsa.
Veinticuatro horas después de la macro-operación los inversores
han castigado a Telefónica y a Terra por el elevado precio de la
compra y sus acciones han caído más de un diez por ciento.
Poco sabemos la mayoría de los ciudadanos acerca de negocios de
tan monstruosas dimensiones y apenas logramos imaginar lo que es un
billón de pesetas, pero baste decir que la recién adquirida Lycos
es una de las grandes empresas del ramo, con nada menos que 175
millones de visitas diarias a Internet y con una fuerte presencia
en países de América Latina, Estados Unidos, Europa y Asia, algo
que a la neófita Terra aún le quedaba muy lejos.
Sin embargo, en éste, como en todos los negocios, es el cliente
el que tendrá la última palabra y de momento parece que los
accionistas han visto con malos ojos el «derroche» que ha supuesto
la operación. En sus manos está o no la continuidad de Juan
Villalonga al frente de Telefónica, pues a ellos tendrá que rendir
cuentas de su gestión. Para el resto de la humanidad, asuntos como
éste vienen a confirmarnos que el mundo ya no es lo que era y
cuando una empresa de hoy quiere asegurarse el futuro parece estar
obligada a ejercer eso que llamamos «globalización», uniendo sus
destinos a otras más grandes y poderosas.
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