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Los Servicios Meteorológicos Nacionales son imprescindibles en cualquier país, y la sociedad no ignora que la información meteorológica, las predicciones y los avisos sirven para mejorar su seguridad personal, así como para potenciar el desarrollo de sectores de la economía tales como la agricultura y la pesca, la energía y gestión de recursos hídricos, el turismo, el transporte, etc. Pero lo que atrae la atención del público, y de las autoridades que deben tomar decisiones es la capacidad de estos servicios para alertar ante fenómenos adversos.

El Centro Meteorológico de Balears juega un papel muy importante en este aspecto, pues en él se investigan las grandes tormentas otoñales que, en ocasiones, asolan el área mediterránea causando inundaciones y la pérdida de vidas humanas. Su situación geográfica y los medios técnicos y humanos con que cuenta, lo han convertido en Centro Regional para el Programa de Estudios Meteorológicos del Mediterráneo Occidental (Pemmoc), en contacto permanente con otros centros interesados en la prevención del problema.

«El Mediterráneo es un mar cerrado, rodeado de montañas, y en estas condiciones es muy difícil que el calor almacenado en el agua durante el verano se libere. Por eso en otoño el Mediterráneo se convierte en una bomba de relojería», afirma Agustí Jansà, director del Centro Meteorológico de Balears. «Una pequeña borrasca en niveles bajos, se encuentra con aire cálido procedente del mar y lo dirige hacia el aire frío que hay en altura, por ejemplo una «gota fría», como fue el caso del accidente de la presa de Tous... Entonces se produce la inestabilidad. Si el bombardeo de aire caliente persiste en el tiempo ya tenemos la tormenta...».

GOTA FRÍA
Pero no siempre es la «gota fría» la causante de las tormentas, aunque desde 1982, año del desastre de Tous, se denomina así a cualquier tormenta mediterránea con cantidades importantes de precipitación. Si bien el fenómeno es una borrasca de aire frío situada en los niveles altos de la atmósfera puede afectar al tiempo o no hacerlo, dependerá de otros factores en niveles bajos.

La base de la actividad meteorológica es la observación, pues conduce a la predicción y al conocimiento científico del clima y sus variaciones. El meteorólogo es un observador de los fenómenos climáticos, y un «diagnosticador» del estado del «cielo».

También es un científico porque de los datos obtenidos a lo largo de la observación de años, es capaz de sacar conclusiones sobre el futuro, y predecir si lloverá mañana, o soplarán vientos fuertes, o brillará el sol. Para ello necesita aparatos de medida tanto en superficie como en altura, que le permitan conocer ciertos parámetros básicos: temperatura, humedad, cantidad de lluvia, velocidad del viento, presión del aire... y fórmulas matemáticas aplicables a la atmósfera que combinen los números para obtener una serie de resultados. Tanto el Centro de Palma como el de Maó, fueron creados en 1882, y desde entonces hasta hoy, la evolución de los medios técnicos con que cuentan, ha sido continúa. El observador meteorológico necesita «ver la nube» por dentro y por fuera.

En el centro de Palma, además de los elementos habituales de observación en superficie: anemómetros, higrómetros, pluviómetros, pluviógrafos, heliógrafos, etc., se dispone de terminales de radares y satélites que permiten la detección y la observación a distancia. Es posible «ver» gotas de lluvia (conociendo también su tamaño), mediante radares cuyo alcance es de 240 km; o se puede configurar un mapa de todos los rayos caídos en superficie (localización e intensidad) durante una tormenta, para cuantificar la actividad tormentosa de una nube.

Los encargados de la observación de determinadas condiciones en todo el grosor de la atmósfera son los globos-sonda, que llevan adosada una estación meteorológica en miniatura capaz de informar sobre lluvias, temperaturas, humedad, presión o existencia de vientos. El satélite meteorológico Meteosat envía imágenes «en directo» a través de tres canales de información, que permiten conocer en todo momento qué fenómenos se están desarrollando en todos los niveles de la atmósfera. Una vez obtenidos todos los datos, el meteorólogo ya puede hacer un diagnóstico de lo que está sucediendo y proyectar hacia el futuro sus conclusiones para hacer la predicción.

Cuanto menor sea el plazo establecido para ésta, mayores son las posibilidades de que no se produzcan errores: una predicción para seis o nueve horas es mucho más fiable que para un plazo de cuatro días, y a partir de seis días las predicciones carecen de fiabilidad. De ahí la imposibilidad de predecir una sequía.