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José Àngel, a quien conocen por «El Vasco», nació en San Sebastián hace 51 años. Su madre le abandonó en el torno de la inclusa dejando a su lado su partida de nacimiento. Por eso no se apellida Expósito, como otros críos abandonados, sino Martínez Lebrero, apellido de su progenitora, a quien conoció treinta años después, en Madrid, limpiando pisos, «pero me rechazó de inmediato; dijo que no quería saber nada de mí. ¿Se imagina que golpe fue ése?»

La vida de El Vasco no ha sido fácil hasta el momento. Ni lo es ahora. Cobra una pensión de 40.000, duerme en el Hospital de Nit y come donde le pilla. Por las tardes se le puede ver dando muletazos y verónicas a un toro invisible en la plaza que hay frente a la gasolinera de Avingudes.

En sus tiempos mozos, José afirma que «iba a capeas, pero de ahí no pasaba. De vez en cuando toreaba en alguna finca, pero nada más. Era un marginado».