El creciente enfrentamiento de algunos sectores afectados por la
crisis del campo balear con el conseller d'Agricultura, Joan Mayol,
ha acabado por forzar la dimisión de éste, que entiende que las
críticas han sido dirigidas más hacia su persona que hacia su
gestión. El gesto de Mayol le honra, pues ha querido apartarse del
camino para favorecer la reanudación del diálogo y del
entendimiento entre dos partes enfrentadas, aunque no se va sin
pena, al comprobar que sus ideas han sido mal entendidas y peor
acogidas en un sector que él ama, el campo.
Quizá el error de Mayol haya sido su falta de mano izquierda a
la hora de dialogar con los representantes del sector. No ha sabido
encontrar el estilo y el lenguaje adecuados. Con su mejor voluntad
ha querido imponer unas soluciones no entendidas y le han crecido
críticas y 'tractoradas'. Y todo ello complicado con un invitado
indeseado como la sequía, que no ha hecho sino encender todavía más
los ánimos.
Mayol se va con palabras muy duras, al afirmar que su retirada
puede servir de revulsivo que provoque la reacción necesaria para
desenmascarar a aquéllos que demuestran un desprecio a la payesía a
favor de su propia economía. Mayol llama también a los progresistas
a que reaccionen contra las fuerzas reaccionarias, que no se
resignan a la pérdida del poder que habían detentado hasta que
llegó el Pacte.
Es comprensible que Mayol haya hecho estas afirmaciones, pero
esta dialéctica entre progresistas y reaccionarios no es ahora la
más adecuada. El nuevo conseller deberá intentar superar este
enfrentamiento para que el mensaje del Govern llegue, sin
manipulaciones, a todos los afectados, intentando comprender la
idiosincrasia de nuestra payesía.
Lo cierto es que el campo necesita remedios urgentes. Pero el
problema viene de atrás, de mucho antes de la sequía. La solución
no será fácil. Urge empezar de nuevo y reemprender el camino del
diálogo.
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