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Ayer al mediodía en la mansión de Gran Hermano imperaba un clima tradicional, es decir, las muchachas "capitaneadas por una hacendosa Mónica, que sin duda domina la 'prueba del algodón'" arreglaban la cocina mientras ellos revoloteaban alrededor de la piscina. Al principio Iván se tumbó junto a Íñigo 'El Escatológico', pero cuando éste empezó a hurgarse con fruición por entre los dátiles de los pinreles, obervando después las cascarrullas con expresión de científico que acaba de operar a un paramecio, se metió en la piscina. Llegó el náutico Ismael y ambos se pusieron a cuchichear: «¡La peste que echa ese tío! ¡Los 'peos! que se tira, joé'; porque resulta que Íñigo es una persona muy abierta, es decir, que vierte al exterior todo tipo de detritus, vientos y jugos, sin el menor rubor.

Minutos después el homenajeado también se metió en la piscina, en una actitud cautelosa que indicaba que el agua no le resulta precisamente familiar. Ya en su interior, sumergido hasta la nuez, con las greñas flotando desvencijadas sobre el cloro y su mirada torticera, parecía un caimán con pelucón de drag-queen. Dice mi compañero Pedro Prieto que Mónica ajusticiará a este Anibal Lecter en potencia el día que se tire un viento a destiempo. La mallorquina tiene un carácter fuerte y no tolerará que el Gran Hermano se convierta en el Gran Marrano. Puede dar fe de ello su madre, María Barea, quien hoy acude al plató invitada por la Gran Hermana Milá.

· Raphel Pherrer.