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No por mucho madrugar amanece más temprano, cierto es, pero quien antes abandona el tálamo puede tomar con tranquilidad el bastón de mando. Así, ayer por la mañana, mucho antes de que sonaran las cornetas del Gran Hermano, Mónica dejó la cama sigilosamente "en la habitación que comparte con Ismael, cama contra cama (no es por nada, no es por nadaaa)" y marchó a la cocina a preparar café. Antes de salir del comunitario nido echó una mirada fugaz pero tierna hacia el rostro del bello durmiente, que seguramente aún estaba convaleciente del incidente de la noche anterior, que les dejó a todos patidifusos.

Resulta que justo cuando regresaban al sofá, después de la expulsión de Vanessa, se oyeron unos gritos y ajetreos en el jardín e Iván gritó: «Seguridad, seguridad!». Inmediatamente cortaron la emisión y metieron anuncios. Se ha sabido que tras la tapia un supuesto proetarra le gritaba al vasco Koldo consignas a favor de la reagrupación de presos etarras en las cárceles. A ver si ahora, dada la audiencia del programa, empiezan a reivindicar junto al ficus benjamín del jardín. A lo mejor van los agriganaderos de la FAGB a echar nabos y consellers por encima del seto. Y si Mónica preparó sigilosamente el desayuno, cual mamá pantera, al mediodía Koldo fue el responsable de las croquetas de huevo de codorniz con jamón (se ignora si el pernil en cuestión era pigmeo). Puede que el menú sea próximamente motivo de dimisión.