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La imparable subida del precio de las gasolinas en las últimas semanas se va complicando. A la polémica social provocada por el aumento, se añaden ahora nuevos datos que vienen a corroborar la teoría de que algo anda mal en el mundillo de los carburantes. Por un lado el Ministerio de Economía asegura que a lo largo del mes de abril "mes en que bajó el coste del barril de petróleo" el precio de las gasolinas en España se incrementó en un 78 por ciento más que en el resto de Europa, cuando para todos está claro, clarísimo, que el precio del barril de crudo es el mismo para todos los países. Sin embargo, para salir al paso de las posibles críticas, el propio Ministerio apunta que nuestros precios son, junto con los de Grecia y Luxemburgo, los más baratos del continente. Viejo recurso éste de cuantificar las diferencias entre unos países y otros, cuando la realidad es bien patente: tampoco los salarios españoles "al menos los de los trabajadores" son comparables a los de otros países europeos.

El Gobierno vasco anuncia al mismo tiempo una investigación en todas las gasolineras de su territorio para comprobar hasta qué punto las sospechas de un pacto secreto para subir los precios tienen algo de cierto. Y, de hallar pruebas, el caso se elevará al Tribunal de la Competencia de Bruselas.

Pero no queda ahí la cosa, porque a remolque de la decisión de subir los precios emprendida a toda máquina por los distribuidores de carburantes, la compañía aérea Iberia anuncia que lo más seguro es que también se incrementarán los precios de los billetes de sus vuelos a raíz de la carestía del petróleo.

Y es probable que el resto de las compañías sigan su ejemplo, coincidiendo además con el inicio de la temporada turística "y viajera" por excelencia.