Ya han vuelto los superdeportistas de la Residencia de la Bonanova que participaron en los Jocs Ebrelímpics 2000, celebrados en Tortosa (Tarragona) los pasados días 24, 25 y 26 de mayo. Cargados de medallas cuentan que se lo han pasado estupendamente, y que están deseando que llegue el año que viene para volver. «Ha sido agotador pero estamos muy contentos», afirmaba Antonia Aguiló, quien por un mínimo despiste de segundos no se trajo la medalla de oro en el juego «Busca-busca».
Francisco Vázquez, oro en anillas y en Circuito de Dificultad, conoció «a una monjita bailarina y se lo pasó bomba en Tortosa, donde ya tiene amigos porque es la tercera vez que participa en los Juegos. Para Julián Vicens, oro en el Circuito de Gran dificultad, ha sido «un viaje maravilloso». Mañana mismo se volvería a marchar, porque ha conocido a gente nueva y todo ha ido muy bien.
Benito Martínez y Alfredo Cervera son pareja en el guiñote, y aunque el año pasado ganaron dos medallas de oro, éste no ha podido ser: «Ni un triunfo, ni un cante, ni una carta buena... Y aun así llegamos a finalistas».
Joan Cañameras, medalla de bronce en baloncesto, destaca que tuvo que competir con otros 44 aspirantes, y Francisco Roca Insa, alias «El Legionario», se trajó la plata y el bronce correspondientes a los juegos de anillas y Zig-Zag.
Pero nadie ha regresado con las manos vacías, porque el equipo de la Bonanova fue premiado con la Cucafera de bronce, Trofeo especial a la Deportividad, por ceder varias medallas a otras residencias "siempre con el disimulo que caracteriza al buen deportista" que no habían obtenido ninguna.
La experiencia es muy positiva, porque anima a las personas mayores a seguir superándose cada día. Lo interesante sería, y en ello están de acuerdo residentes y responsables de todos los centros para la gent grand, que pudieran celebrarse competiciones de este tipo entre las diferentes residencias de la Isla. Esto facilitaría una mayor participación "con el mismo gasto" y mayores facilidades para generar ilusión en los mayores.
Isabel Matesanz, responsable residencial del centro, no olvida «el espíritu de lucha de la gente de hasta 99 años, la rabia que les entra cuando no consiguen su objetivo... porque están vivos y no quieren perder».
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