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«Hay ocasiones en que sólo el relato del mal puede alumbrar el bien», ha escrito el filósofo Aurelio Arteta. Shapiry Hakami (Kabul, 1956), representante de la Asociación de Mujeres Afganas en España, ha vivido ese mal en su país y ayer habló del mismo en el Casal Balaguer, marco de la Exposición Fotográfica «Alçar el vel de les dones afganeses. Una flor per a les dones de Kabul», que se desarrolla entre los días 6 y 26 del presente mes.

«Cuando levantamos el velo "o burka" de las mujeres afganas vemos a una persona que hasta la llegada de los talibán al poder tenía los derechos inherentes a cualquier ser humano "educación, trabajo, protección social", y que hoy ya no tiene». Desde 1992, año de la caída del régimen aliado a Moscú, la situación de Afganistán está marcada por una guerra civil entre diferentes facciones que continuó tras la toma de la capital, Kabul, por los talibán en 1996. «Desde 1959 el velo corto que llevábamos para rezar ya era voluntario. En cambio, hoy, el burka es obligatorio, y quien no lo lleva sufre como castigo una mutilación física. Además, la mujer sólo puede salir de casa acompañada de un hombre de su familia», indicó Hakami, para añadir: «Nuestro sufrimiento es doble, porque quien no ha conocido la libertad quizás no sufre tanto, pero quien ha conocido toda la libertad y los derechos que pertenecen a una persona ya no puede vivir sin ellos».

Antes de la llegada de los talibán, cerca de un setenta por cien de enseñantes en universidades e institutos eran mujeres, y el sesenta por cien de alumnos eran chicas. Había diputadas, médicas, abogadas. En la actualidad, una mujer no tiene derecho a estudiar, ni a trabajar ni a recibir asistencia médica. La esperanza de vida de la mujer afgana es de 44 años. Además, hay cerca de dos millones de refugiados afganos en Irán y Pakistán.