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Los efectos no se han hecho esperar. En la sala de confesiones los concursantes veteranos han hablado sobre esta ejemplar madre de familia, de excelente carácter, comprensiva, optimista y estandarte de la buena fe. Ania considera que es «un encanto» y los demás admiran su aspecto de persona responsable y ponderada, que siempre tiene un buen consejo en las comisuras de los morritos, como la divina pastora.

El otro día, cuando Íñigo «El Escatológico» rompió una botella en el jardín (sus compañeros dicen que fue jugando al fútbol, pero seguramente estaría haciendo puntería con mocos apergaminados), Mabel le amonestó con dulzura y mucha pedagogía, al tiempo que advertía a los demás que no fuesen descalcitos (¡niños, po-ne-os las clan-cle-tas, por-faaa!), asegurando que en Íñigo ¡ha encontrado a alguien a quien educaaar! Esperemos que el sevillano tarde en convertirse en Damien. Por si fuera poco, Mabel tomó el mando de los fogones. Según los antropólogos, la cocina es el centro de poder donde se «cuecen» no sólo los alimentos, sino las decisiones (Sebastià Trías Mercant en Valldemossa, l'amor i la cuina).

Y una última observación: cuando entró en el confesionario por vez primera, la corderita Mabel dijo que sentía mucha felicidad y que se encontraba como en su salsa. Recordemos que en Mallorca pasaba los fines de semana encerrada en un piso, cuidando a jóvenes discapacitados.