Por una vez el drama de la inmigración ilegal no ha tenido las
costas españolas por escenario, sino que ha sido el puerto inglés
de Dover el que ha dado la noticia trágica de la semana. Una
inspección rutinaria de aduanas reveló la horrible muerte de 58
personas a bordo de un camión frigorífico holandés cuando
intentaban entrar de forma ilegal en el Reino Unido.
Las autoridades británicas han iniciado la pertinente
investigación, han detenido al chófer y han dado asistencia médica
a los dos únicos supervivientes, que aún no han revelado su
dramática peripecia.
Aunque todavía se desconocen los detalles del viaje y las causas
de la muerte, el ministro inglés de Interior, Jack Straw, ya ha
adelantado que el camión estaba herméticamente cerrado y viajaba
sin el sistema de refrigeración. La muerte de los inmigrantes,
probablemente chinos, fue «horrible», dijo. Por desgracia, no serán
los últimos. En todas partes, en Europa, Asia, América y Àfrica,
existen redes mafiosas que facilitan los medios para emigrar a
jóvenes infelices de países del Este, de América del Sur, asiáticos
"como los de Dover" o africanos que creen que al final del trayecto
encontrarán una vida mejor. Algunos lo logran, pero muchos pierden
la vida por el camino o caen en la marginación una vez llegados a
su destino.
Ayer mismo se clausuró el Consejo Europeo en Oporto y esta
semana el presidente del Gobierno, José María Aznar, comparecerá
ante las Cortes para explicar qué modelo de Europa es el que quiere
España. Sin duda la inmigración será uno de los temas estrella y,
ojalá, esta vez el grupo mayoritario sepa abrir los ojos y los
oídos a la oposición para tratar de hallar, entre todos, una
solución a un problema que, por encima de lo económico, es
humano.
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