Ciutadella está tomada por miles de personas que viven con intensidad la festividad de Sant Joan. Foto: D. CARDONA.

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Numerosos mallorquines se sumaron a las fiestas de Sant Joan en Menorca, donde el Jaleo, en sintonía con los brincos de los caballos, ovacionados y elevados hacia el cielo por decenas de miles de brazos, iniciaba la fiesta. Acabado el Caragol des Born, la Colcada se dirigió a la ermita de Sant Joan de Missa para asistir al rezo de vísperas, concelebración que fue presidida por el administrador apostólico de Menorca, Jesús Murgui, y el rector de la parroquia de Santa Maria de Maó, a la par Caixer Capellà del bienio, Josep Manguán.

Mientras la Colcada permanecía en Sant Joan de Missa, casi quince toneladas de avellanas volaban por sa Contramurada, en una batalla campal que invita a la confraternización entre ciutadellencs y visitantes. Numerosas cocheras y casas particulares se abrieron a la gente ofreciendo gin amb llimonada, cuixot, sobrasada y queso por doquier. Cuando los caballos regresaron a la ciudad, ya empezaba a anochecer y la multitud había repuesto fuerzas suficientes para reiniciar la fiesta. Tras un rápido paso por sa Contramurada, comenzaron las corregudes en sa Plaça. GESA cumplió su palabra y no se registraron apagones en la ciudad. Sant Joan no se vivió a oscuras, sino bajo la iluminación de las calles y de los millares de exultantes corazones embriagados de felicidad.

Al filo de la medianoche empezó el Caragol de Santa Clara, que terminó tras dar tres vueltas completas entre las calles estrechas que rodean al santuario del mismo nombre. No hubo más concesiones. El fabioler, Sebastià Salort, no quiso alargar en exceso el Dissabte de Sant Joan y dirigió la comitiva hasta el palacio señorial, donde, sobre las tres de la madrugada, tuvo lugar la tradicional beguda, que puso fin a la jornada. Con anterioridad, los 134 cavallers que conformaban la Colcada se apearon de su caballo y fueron despidiendo oportunamente al Caixer Capellà, Josep Manguán, y al Caixer Senyor del presente bienio, Ricardo Squella. Entonces, empezó el merecido descanso, sólo por espacio de unas pocas horas. A las ocho de la mañana volvía a sonar el fabiol en plena calle. La fiesta continúa con gran animación.