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Nunca jamás se había visto algo parecido. Siempre en plano las habitaciones en silencio, con sus habitantes en decúbito gorrino, quietos como Nefertiti en su fría tumba. Ni siquiera se escuchaban las ventosidades de Iñigo el Escatológico al empezar a despertársele las vísceras ni al cultísimo Koldo hablando de Kafka en sueños. Y Mabel Misericordiae, que cuando está en brazos de Morfeo(de un dios del sueño acondonado, por supuesto) suele mover las manitas como si pasara cuentas de un onírico rosario, movía ni uno de sus músculos.

Dicen los informadores de Tele5 que estaban agotados de tanto escribir cartas toda la noche pero, dado que son mentirosos compulsivos y manipulan la información del programa a su antojo, me inclino por una de estas dos posibilidades: o hubo un lamentable error y alguien preparó la ensalada con hojas de cicuta del jardín, confundiéndola con perifollo silvestre, o el psicópata de Iñigo decidió actuar antes de la nominación terminal de mañana.

Hablando de otro tema, todo el mundo comenta la escena de Mabel con una gallina hace unas horas, cuando se la puso en el regazo para hablarle con mimo, como si fuera un bebé: «Tienes que portarte bieeen, gallinita, ¡porque de lo contrario me en-fa-da-ré muuuucho!». Menos mal que no le dio por darle lactancia, porque le habría dejado el pezón como una torrija frita.