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De nuevo tenemos que hablar de la precariedad del suministro de energía eléctrica en Balears. Ayer mismo, un conato de incendio en el grupo de es Murterar que fue reparado el viernes volvió a provocar un apagón que afectó a treinta municipios mallorquines, aunque GESA reduce esta cifra a dieciocho. En el fondo da lo mismo. Lo que realmente importa es que cualquier pequeño incidente se traduce en un pésimo servicio a los usuarios que lo único que pueden hacer es preparar velas para la noche y alzar sus voces en contra de los responsables de la compañía.

Pese a hallarnos en el año 2000, Mallorca y parte de Menorca dependen, por lo que a la energía eléctrica se refiere, de una empresa que, como se ha demostrado por lo acontecido en las últimas semanas, tiene unos sistemas obsoletos y que no ha hecho frente a las inversiones precisas para afrontar la demanda existente. Y esta falta de previsión no sólo afecta a las continuas reparaciones que ha tenido que llevar a cabo la compañía, sino que además la están padeciendo los usuarios.

Es evidente que a los ciudadanos nos beneficiaría la libre competencia, pero no se da el caso. Seguimos sufriendo las consecuencias de un auténtico monopolio en manos de una empresa privada absolutamente anacrónico. Sería enormemente positivo que el Estado contemplara la posibilidad de la apertura a otras empresas privadas y ofreciera la red eléctrica existente para su utilización por parte de las mismas. Sólo de esta manera, con un mercado abierto y competitivo, los ciudadanos podrían escoger la alternativa más beneficiosa, no sólo por cuanto se refiere a las tarifas, sino también a los servicios. Es más que probable que, en un marco de libre mercado, no tuviéramos que padecer apagón tras apagón con el solo consuelo de la pataleta o la protesta.