Mijail Gorbachov sale del agua para refugiarse bajo la sombrilla. Foto: J. AGUIRRE.

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Mijaíl Gorbachov, dejando el ardiente julio moscovita por los rigores del sol mediterráneo, llegó anteayer a Mallorca para descansar, junto con su hija y su nieta, y se bañó con ambas a mediodía de ayer en las cristalinas aguas de Formentor. Es la grandeza de Mallorca. Encontrarse como vecino de hamaca, leyendo tranquilamente el «Mallorca Daily Bulletin», al hombre que acabó con el Muro de Berlín y arrió la bandera soviética del Kremlin, además "según cómo se mire" de haber sido parte del milagro de Fátima, pues si no acabó con el comunismo, poco le faltó.

A Gorbachov, junto con su hija y su nieta, le seguía discretamente un alto y fornido guardaespaldas, quien no hacía más que mirar alrededor y, en cuando nos localizó, sin quitarnos la vista de encima, caminó sin prisas hacia la playa por el camino rodeado de césped.

Tras haber llegado a la Isla la noche anterior, y a Formentor casi de madrugada, y no habiendo descansado mucho, Gorbachov abandonó el hotel poco después de las diez y media de la mañana. Vestía de beige, camisa y calzón corto, y se tocaba con un sombrero de ala corta, a juego con su atuendo. Se le veía tranquilo, pero triste. ¡Lo que se debe de acordar de su queridísima Raísa! A medida que iba sobrepasando a la gente que se cruzaba en su camino iba sembrando dudas, sobre todo entre quienes reparaban en ellos. «¿Es él...?» parecía preguntar una señora al caballero que compartía con ella el café de la mañana en la terraza de la playa. Gorbachov, Irina y Anastasia pasaron a ocupar un lugar discreto sobre la arena, debajo de dos sombrillas, junto al muro. Las primeras que contactaron con el agua fueron ellas.