Pasadas las diez subimos a bordo tras previo pago del boleto. Antes de arrancar, el bus estaría prácticamente ocupado. Como mucho irán vacíos unos cuatro o cinco asientos que a la segunda parada ya tuvieron dueño. Llevábamos delante otro bus de la misma compañía, lo que no impedía que en cada parada de la línea nos tuviéramos que detener a recoger nuevos viajeros, la mayoría turistas extranjeros. Entre s'Arenal, punto de partida, y Can Pastilla tan sólo bajaron tres personas, lo que no evitó que a esa alturas fuéramos un poco ya como sardinas. Sin embargo, el bus se seguía deteniendo y cargando más viajeros hasta llegar a la parada de San Juan de Dios donde, ya hasta los topes, no se detuvo.
En la primera parada del Coll d'En Rabassa, donde habría unas ocho o diez personas, ya no nos detuvimos. Desde la calle, a través del móvil, nuestro compañero nos informaba que en la segunda parada del citado barrio habrían unas diez personas esperando desde hacía rato. «Pues van a tener que seguir esperando, pues vamos llenos», le comenté al colega. Y así fue. El bus se detuvo diez metros más adelante de la parada donde se bajaron dos viajeros, siguiendo sin cargar a ninguno más, con el correspondiente enfado, cabreo, o mosqueo "como quieran llamarlo" de los que bajo un sol caliente esperaban. Por sa Gruta y Molinar pasamos como flechas dejando gente en las paradas que nos miraban pasar. A todo esto, al autobús que llevábamos delante, desde hacia tiempo lo habíamos perdido de vista. En las Palmeras pulsamos el timbre y el bus se detuvo.
Me cuentan los sufridos usuarios del 15 que si hubiéramos iniciado el viaje media hora antes, «hubieran visto como el bus se llenaba por completo a la tercera o cuarta parada, llegando a Can Pastilla completamente saturados, sin detenerse ya allí». ¿Por qué de una vez EMT no solventa este asunto?
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