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El programa del domingo no tuvo desperdicio. Ayer comentamos algunos aspectos, pero como todavía quedan boñigas que poner sobre el mantel, procederemos a seguir con el tema: durante el debate, a Sor Milá se le crujieron las entretelas cuando Miguel Angel Rodríguez, ex portavoz del Gobierno de Aznar le soltó a bocajarro que un programa que exige la exhibición pública de las intimidades de una persona destruye la dignidad de la misma; de esa manera Rodríguez pulverizó el sistema nervioso central de la presentadora, que creía hallarse rodeada de intelectuales que le avalarían el programa.

Menos mal que tenía a Gustavo Bueno, cuyo discurso recordaba a aquellos caducos profesores de Formación del Espíritu Nacional y a María Teresa Campos, con eterna cara de musgo cada vez que no le gustaba lo que decían los demás, que soltó con descaro que la ganadora ha de ser Ania porque es una superviviente. Vaya, como Iván e Ismael, que resisten ante las mismas situaciones, con Ania incluida en el lote.

Y cuando la Milá, aún tambaleante, empezaba a recuperarse del ataque de Rodríguez, le salió Carlos Carnicero diciendo que Gran Hermano tiene algo muy negativo, «que tú, amiga Mercedes, tendrías que haber evitado»: incitar a la audiencia al feo acto de echar de la casa a uno de los concursantes y con premio. La Milá se quedó más cortada que una tarrina de cuajada y estuvo a punto de abrirse las venas.