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La cosa quedaría mucho más redonda si además de proclamar al ganador del concurso instituyeran el galardón Mofeta del año, porque dicen que los hedores de la casa se han vuelto tan insoportables, que quienes la visiten a partir de ahora (se ha convertido en un templo de adoración más importante que el Museo del Prado) tendrán que usar mascarilla; sobre todo desde que los concursantes se han zampado los regalos gastronómicos de los distintos ayuntamientos, que les han soliviantado la zona intestinal. Después de un buen atracón de morteruelo, las ya tradicionales ventosidades de Ania podrán competir con el gas mostaza.

Los sucesos de ayer: ninguno. Están todos tan empachados y nerviosos, que se dedicaron las veinticuatro horas a abrir cartas y a asegurar que no se consideraban ganadores, en un continuo ataque de falsa modestia que ponía los pelos de punta.

La pregunta que se hace ahora todo el mundo es con cuántas maletas saldrá Ania, vencedora o no, del recinto. Recordemos que una de las normas era que sólo podían llevar una maleta, pero La Victimista apenas ha repetido modelito en estos últimos tres meses, así que si tiene que llevarse todos los trapitos que se ha puesto necesitará un contenedor del Corte Inglés. A lo mejor es que tiene buenos contactos con el Más Allá y se produjo la multiplicación de los pichis y los pareos, pues de lo contrario las matemáticas fallan. A lo mejor es eso.