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Camilo Sesto ha pasado unos días de descanso en su casa de Cala d'Or, la cual, dicho sea de paso, ha quedado semisepultada entre los edificios que se han ido construyendo alrededor en los últimos años. Ha estado solo; queremos decir que no le ha acompañado su hijo, quien, posiblemente, lo hará cuando, en unos días, retome el descanso en el mismo lugar.

Ayer por la mañana, en compañía de dos amigos, estuvo haciendo la compra en el Caprabo de Cala d'Or, hasta donde llegó al volante de su Opel plateado. Lucía atuendo de verano, con pantalón corto que ponía de manifiesto que ha tomado poco el sol en estos días que ha pasado en la Isla, pues sus piernas estaban muy blancas. Tocaba su cabeza con una gorra visera y ocultaba sus ojos tras unas gafas oscuras. Vamos, que iba poco menos que de incógnito total. O al menos eso era lo que creía él.

Al salir de hacer la compra, y al descubrinos de plantón allí, trató de eludirnos. Deprisa, deprisa, fue hasta el coche. Abrió la portezuela de la derecha, por la que entró uno de los amigos, y, sin levantar la cabeza, alcanzó la otra portezuela, accediendo a su asiento. El otro amigo arrancó otro coche aparcado no muy lejos de allí. Nos hubiera gustado preguntarle cómo le ha ido y qué espera hacer este verano, si galas o descanso, o cuanto tiempo hacía que no venía por Mallorca de vacaciones, pero no nos fue posible. No sé que pasa, pero últimamente los famosos "y éste lo es por méritos propios", no están muy por la labor de hacernos caso. ¡Qué le vamos a hacer!