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Después de esperar durante un año, se celebró en Madrid la entrevista entre José María Aznar y el president balear, Francesc Antich. Sorprendentemente, parece que la dura campaña electoral ha quedado bien atrás y se han olvidado aquellas ácidas críticas al «pacto a la balear» que tantas veces oímos en boca del presidente del Gobierno. Muy al contrario, Antich fue recibido en La Moncloa con sensibilidad, con un respeto e incluso con interés. Aznar tiene fama de astuto y no puede dejar de lado una realidad: el turismo es la primera industria de este país y Balears es su abanderada. Doce millones de europeos conocen nuestras islas y las eligen cada año para pasar aquí sus vacaciones, dejando aquí magníficas cifras verano tras verano. Eso lo sabe el Gobierno central y es perfectamente consciente de que hay que colaborar con el buen desarrollo del negocio.

Por eso, noticias como las de la sequía o los apagones a los que GESA nos tiene tan acostumbrados no son deseables. Antich no fue a Madrid a pedir la Luna, como él mismo dijo, pero sí a reivindicar una serie de ayudas más que razonables, tales como energía, agua, carreteras, conservación del medio ambiente y modernización turística. Y ante estas peticiones Aznar se mostró comprensivo, atento y abierto. No hubo promesas concretas ni compromisos. Pero nunca los hay en encuentros institucionales como éste.

Lo importante en esta ocasión es que los dos mandatarios parece que se han entendido, han estado en la misma onda y han establecido un primer contacto positivo. Luego vendrán las reuniones entre conselleres y ministros "entre ellos el de Medio Ambiente, Jaume Matas", que serán los que tendrán que convertir la buena sintonía inicial en realidades contantes y sonantes. Eso esperamos.