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Tan sólo un besito en la mejilla
El Club Náutico se ha quedado pequeño. Es tal el poder de convocatoria de la Copa del Rey, que en la terraza que hay frente al pantalán de los barcos que compiten ya no cabe nadie más. Ayer por la mañana, cuando apareció el Rey por allí, nos dio la impresión de que se sumergía en un mar de fotógrafos y cámaras de televisión.

Por cierto, la imagen tierna de la mañana la puso una periodista, Queca Campillo, excelente fotógrafo para más señas. Durante minutos estuvo sufriendo por la vida de un escarabajo, no como el que trajo al Rey al Club, sino escarabajo vivito y coleando, que, ¡pobre!, como podía trataba de esquivar las pisadas de los ciento y la madre que estábamos allí. En una alarde de heroicidad, Queca, que a lo que se ve tiene un corazón muy grande, se acercó al bicho, y de una patadita lo sacó de la vorágine, salvándole la vida seguramente. ¡Bien por Queca! Aunque, siguiendo su bella acción se me escapó Antonia dell'Atte, que se paseó por el club antes de embarcarse en «La Casera». ¡Ah! Y su hijo, Clemente.

¿Y qué más...? Bueno, sí, que el Rey, como cualquier mortal, echa mano de móvil las veces que sean. Nos pareció que no ve muy bien a la hora de marcar, pero, hablando tan tranquilo sin gesto aparente que denote que agudiza el oído "como achinar los ojos o taparse la otra oreja con la mano", entre aquel griterío que se forma, es evidente que su idem es fino como el de un comanche. ¿Saben quién estuvo viendo llegar los barcos? Alicia, aquella bella checa que el verano pasadao acaparó páginas de las revistas, puesto que se dijo que había tenido un flirteo con el Príncipe. Alicia, que sigue estudiando español, trabaja por las noches en La Mar Chica. Le comentó a una amiga que hay menos gente que entonces. Del Príncipe, ni pío. Y eso que luego, en la merienda que siguió al fin de primera regata, se encontraron, él le dio un beso en la mejilla y «chimpun». Nada más.