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La estación naval de Portopí reúne en la actualidad a tres profesionales de las fuerzas navales que indicaron a Ultima Hora sus impresiones personales, con notable simpatía y convicción. Ataviadas con sus trajes de trabajo, en el momento de nuestra llegada a la base, se vistieron con sus elegantes uniformes de paseo, que permiten conjugan funcionalidad y coquetería.

La cabo Natalia, destinada a contabilidad y al centro de comunicaciones y las marineras Encarnación (encargada de gestionar certificados entre otras tareas administrativas), y Tatiana (en servicios generales), se encontraban ocupadas en sus diversas tareas asignadas. Trabajos de Marina en tierra que permiten ocupar el tiempo libre en otras actividades como el estudio, incompatibles a bordo de un buque. Esta alternativa representa, en su opinión, el aspecto positivo de su presencia en la Armada, frente a la experiencia sin parangón que supone embarcarse. La vida en un buque de guerra puede ser bastante dura, con períodos de navegación que alcanzan cinco o seis meses lejos de la base. Esta circunstancia, se comenta, ha alterado el carácter de muchas mujeres alistadas, que han adoptado modales más masculinos.

Para Natalia, de Madrid, las motivaciones a la hora de enrolarse pasaron por la posibilidad de obtener una mayor independencia, junto al aliciente de viajar y conocer nuevos horizontes. Esta actividad la ha compaginado con la carrera de Derecho que le ha reportado el nivel necesario para optar a realizar funciones de mayor responsabilidad. Ahora aspira a continuar en la Armada hasta llegar a alcanzar el rango de oficial. Encarnación, de Cartagena, una ciudad que palpita al ritmo de su histórica base naval, justifica su presencia por el hecho vocacional y afirma que «de pequeña ya me gustaba esto», un hecho incentivado ante el ambiente marítimo y humano que rodean a las instalaciones de la provincia murciana. Tatiana, de Granada, cuenta que tenía un abuelo pescador que le inculcó su pasión por la mar. Fue ella, la primera mujer alistada en Portopí, el día 21 de noviembre de 1999, fecha grabada en su memoria y circunstancia no exenta de cierto valor ya que asegura, «al principio me daba vergüenza verme sola entre tantos hombres».