Es el momento de hacer balance, aprovechando que el Ejecutivo de
José María Aznar ha cumplido sus primeros cien días de gobierno.
Han sido tres meses moviditos, especialmente por la ofensiva que la
banda terrorista ETA ha emprendido para recordarnos casi a diario
que sigue ahí, intentando hacer el mayor daño posible a una
sociedad que ya no sabe cómo expresar su desazón. Y, al hilo de
esta circunstancia, se ha abierto una brecha ya insalvable entre
dos partidos que antaño se entendieron bien: PP y PNV.
Las declaraciones y desencuentros entre unos y otros no hacen
sino ahondar aún más las diferencias que les separan en un tema "el
País Vasco y la violencia" en el que, precisamente, deberían ser
como uno solo, sin fisuras.
Nada más lejos. En otros asuntos, en cambio, el Gobierno puede
hacer un balance medianamente positivo, como en la economía que,
salvo por los sustos del IPC y las subidas imparables del precio de
las gasolinas, sigue su buena marcha. Va cumpliendo el programa
electoral en cuanto a liberalizaciones de sectores claves y ha
logrado reformar la Ley de Extranjería gracias a su mayoría
absoluta. Por ello la oposición, como se temía, ha denunciado que
la política llevada a cabo por Aznar y su equipo ha sido la del
«rodillo», aplastando a cuantos se cruzan en su camino. Tampoco es
de extrañar en un país que prácticamente no tenía oposición hasta
ahora, con un PSOE fragmentado, con IU despedazada y con los
nacionalistas intentando unos sacar el mayor provecho posible de su
amistad con el partido en el Gobierno y los otros enredados en sus
propios problemas locales. Pero ahí le ha salido un grano al PP. El
PSOE ha logrado, casi milagrosamente, poner remedio a sus males y a
partir de septiembre veremos por fin si la izquierda de este país
tiene algo que decir.
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