Aunque los años 50, 60 y 70 se hallan ya algo lejanos, no lo
están lo suficiente como para que no se recuerde una política
exterior norteamericana que hizo de los países centro y
sudamericanos algo así como el patio trasero del poderoso imperio
USA. Entonces, en plena guerra fría, y con la excusa de afianzar
posibles democracias -en muchos casos se trataba realmente de
reforzar dictaduras-, Washington enviaba constantemente tropas a
esos países con la excusa de combatir las guerrillas y movimientos
de liberación, todos ellos supuestamente de filiación
comunista.
Cambiaron los tiempos y en las décadas de los 80 y los 90 la
presencia militar norteamericana en Latinoamérica se difuminó.
Hasta que recientemente un nuevo fenómeno de «militarización»
planes sobre América central y del sur. La excusa es luchar contra
el tráfico de drogas que desde allí llega al continente
norteamericano. Soldados y marines vuelven a estar presentes en las
bases y unidades militares de países distintos al suyo.
Guardacostas estadounidenses patrullan las aguas territoriales
de Costa Rica, mientras el cielo de Guatemala es surcado por
helicópteros también norteamericanos. Las bases salvadoreñas son
utilizadas por los aviones enviados por el Pentágono; e incluso un
país como Nicaragua, que plantó cara al coloso americano, está
pronto a firmar un compromiso de cooperación militar con
Washington. Fondos militares aprobados por el Congreso de los
Estados Unidos se destinan a Ecuador, Perú, Bolivia o
Venezuela.
Sinceramente, no puede dejar de «sorprender» -por emplear una
expresión suave- esa repentina urgencia norteamericana por luchar
contra el tráfico de drogas, cuando en un pasado reciente en el que
dicha lucha habría obtenido mejores resultados, las autoridades
norteamericanas hicieron oídos sordos a las peticiones cursadas en
tal sentido por las autoridades de países implicados en el
narcotráfico.
Piensan algunos que, en realidad, los norteamericanos no están
sino impulsando el renacimiento de su poder militar en la zona. Y
esos mismos son los que no se sorprenderán ante la reaparición de
aquella pintada, clásica décadas atrás: «Yankees Go Home».
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