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De los resultados obtenidos en los análisis del agua, realizados en las playas mallorquinas por la Conselleria de Sanitat se desprende la conclusión habitual: la calidad sigue siendo excelente. Incluso mejora, porque de las 51 playas en las que se tomaron muestras, 49 reciben la consideración de «excelentes», y únicamente 2 merecen la calificación de «buenas», siendo sus aguas perfectamente aptas para el baño. Mejora el agua en Son Moll, Santa Ponça y el Port de Sóller, «excelente» esta semana. Baja ligeramente la calidad en Cala Gran y Platja d'Alcúdia, aunque siguen estando tan limpias como para darse un buen chapuzón ahora que aprieta el calor.

«Tango dos, Tango dos... ¿cuál es tu posición?... Todo tranquilo, estoy bajo la torre...».
Éste es el sonido de las playas azules de Mallorca, porque un requisito necesario para que una playa reciba la bandera que confirma tal distinción es la seguridad. Que la playa esté asistida por socorristas depende de cada Ajuntament, encargado también de organizar los puestos de vigilancia y primeros auxilios, y la red de comunicaciones que enlaza cada punto con la base central. Para ser «vigilante de la playa» hay que tener el título de Salvamento Acuático, estar en buena forma y saber nadar muy rápido y con la suficiente resistencia como para volver a la orilla remolcando a otra persona. Dominar las técnicas de primeros auxilios también forma parte del examen, y saber curar picaduras de medusas e insectos, cortes, desmayos y otros accidentes.

Disfrutar de unas vacaciones seguras significa emplear el sentido común, y no confiar en el mar creyéndolo una «piscina grande». Los socorristas opinan que el mar «es más difícil de nadar» que la piscina porque el agua está en constante movimiento y «después no es fácil volver». Aconsejan además, beber líquido para evitar deshidrataciones y mareos, muy peligrosos cuando se está nadando; no bañarse solo por las noches o en estado de embriaguez; respetar las banderas señalizadoras de peligro y en general, hacer caso de las recomendaciones del socorrista, porque conoce la playa como la palma de su mano.