Con el cuerpo embadurnado de una mezcla de after-sun y loción
antimosquitos, decenas de paseantes dedican las últimas horas de
luz a pasear junto al mar. Es uno de los pocos momentos de este
caluroso agosto en los que se puede disfrutar de algo de aire
fresco y «no acondicionado».
Muchos ciudadanos de Palma escogen es Molinar para permitirse
este pequeño-gran placer veraniego. Y es que reúne muchos de los
requisitos para pasar un atardecer agradable: es un paseo junto al
mar, reformado hace unos años, y a pocos minutos en coche desde
Palma. El tráfico en la zona no es muy abundante (si es que podemos
decir eso de algún lugar de la Isla en un mes en el que hay una
auténtica invasión de los coches de alquiler). Cuenta, además, con
algunos alcorques y bancos donde descansar. Cada tarde pueden verse
allí varios grupitos de jubilados que se sientan a pasar unas horas
de tertulia antes de volver a casa.
Entre las rocas se asoman las cañas de los pescadores, que se
acercan a la escollera más por el placer de pasar la tarde que por
los ejemplares que puedan sacar. Y, como no podía faltar, en la
primera línea de edificios hay numerosos bares. Se trata de
terrazas decoradas con gusto en las que tanto mayores como jóvenes
se paran a refrescarse con algunos refrescos, helados y cervezas.
Y, cuando cae la noche, es Molinar se convierte también en punto de
reunión para las cenas entre amigos o familia.
Además de corredores y caminantes, hay muchas personas que se
acercan hasta esta barriada palmesana en bicicleta o patines. Un
recorrido que suelen empezar en el Passeig Marítim de Palma hasta
llegar al Portitxol bordeando la bahía. La tranquilidad, la buena
situación y los numerosos locales hacen de es Molinar el lugar
ideal para pasar ese idílico atardecer junto a la orilla del mar.
Y, si no, el lector podrá juzgar a la vista de las fotografías.
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