Ciclistas, corredores y caminantes se acercan cada tarde a es Molinar. FOTOS: TERESA AYUGA.

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MERCHE GIL Con el cuerpo embadurnado de una mezcla de after-sun y loción antimosquitos, decenas de paseantes dedican las últimas horas de luz a pasear junto al mar. Es uno de los pocos momentos de este caluroso agosto en los que se puede disfrutar de algo de aire fresco y «no acondicionado».

Muchos ciudadanos de Palma escogen es Molinar para permitirse este pequeño-gran placer veraniego. Y es que reúne muchos de los requisitos para pasar un atardecer agradable: es un paseo junto al mar, reformado hace unos años, y a pocos minutos en coche desde Palma. El tráfico en la zona no es muy abundante (si es que podemos decir eso de algún lugar de la Isla en un mes en el que hay una auténtica invasión de los coches de alquiler). Cuenta, además, con algunos alcorques y bancos donde descansar. Cada tarde pueden verse allí varios grupitos de jubilados que se sientan a pasar unas horas de tertulia antes de volver a casa.

Entre las rocas se asoman las cañas de los pescadores, que se acercan a la escollera más por el placer de pasar la tarde que por los ejemplares que puedan sacar. Y, como no podía faltar, en la primera línea de edificios hay numerosos bares. Se trata de terrazas decoradas con gusto en las que tanto mayores como jóvenes se paran a refrescarse con algunos refrescos, helados y cervezas. Y, cuando cae la noche, es Molinar se convierte también en punto de reunión para las cenas entre amigos o familia.

Además de corredores y caminantes, hay muchas personas que se acercan hasta esta barriada palmesana en bicicleta o patines. Un recorrido que suelen empezar en el Passeig Marítim de Palma hasta llegar al Portitxol bordeando la bahía. La tranquilidad, la buena situación y los numerosos locales hacen de es Molinar el lugar ideal para pasar ese idílico atardecer junto a la orilla del mar. Y, si no, el lector podrá juzgar a la vista de las fotografías.