Días pasados surgió en el Ajuntament de Palma una polémica entre
los grupos de la oposición y el actual equipo de gobierno sobre
cuál era el destino final de los bordillos de piedra que se están
retirando de las calles de Palma debido a las obras del Pla Mirall.
José María Rodríguez, concejal de Mantenimiento, recordó que los
bordillos se han ido almacenando en los depósitos municipales de
Son Pax y el Vivero, y que conforme han ido terminándose las obras
se han vuelto a colocar en las aceras, siempre y cuando razones
técnicas no lo hayan impedido. Los partidos de la oposición "PSOE,
PSM, EU-EV, y UM" pusieron en duda que ello fuera así y señalaron
que era posible que estos bordillos estuvieran siendo comprados por
terceros que luego los revenderían para obtener un beneficio
económico. Ferran Trujillo, concejal de UM, denunció que tenía
conocimiento de un almacén en el que se vendían bordillos de
segunda mano, y exigió un inventario a Cort para asegurarse de que
ningún bordillo había sido revendido.
Una de las empresas implicadas en la polémica es la que regenta
Francisco González, quien desde hace seis años tiene un negocio de
materiales de recuperación. «Reparo material de casas que se tiran
y lo vuelvo a vender. Hago reciclaje», indica González. En cuanto a
los bordillos señala: «Es cierto que tengo bordillos, pero los
compro en la Península, puestos en palets, y tengo facturas que
pueden demostrarlo», y añade: «Los bordillos de la Península me
salen muy bien de precio, y los de aquí no me interesan, y no tengo
ni uno, primero, porque no se me ha ocurrido comprarlos, y segundo,
porque tengo entendido que el Ajuntament los guarda». «Yo los
limpio, los pongo en palets y luego los vendo, a cinco mil pesetas
el metro», prosigue.
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