El pequeño Ismael no es consciente de que ha llegado al mundo de
una forma peculiar: a bordo del coche de su padre y sin que su
madre pudiera recibir ningún tipo de asistencia médica.
El bebé es hijo de Virgilio Galiano, un trabajador de Emaya, de
43 años, y de María Balbina Serrero, una ama de casa de 33. La
pareja, que vive en Son Rapinya, lleva siete años de matrimonio y
éste es su segundo hijo. Sin embargo, su nacimiento no fue normal.
«Los médicos me habían dicho que nacería el día 28 de este mes,
pero el lunes yo estaba de lo más tranquila. A las siete de la
tarde estaba viendo la televisión en mi casa y de repente me
vinieron los dolores. Puse la lavadora, me duché y luego las
contracciones fueron a más, por lo que le dije a mi marido que era
el momento de que me llevara a Son Dureta», relata la madre.
El matrimonio y una tía de ella se subieron al coche y, sin
demora, se dirigieron al hospital. «No podíamos salir ni siquiera
de Son Rapinya. Eran las ocho y media de la tarde y había
muchísimos coches; mi marido empezó a tocar el claxon del coche,
pero no funcionaba. Yo tenía unos dolores tremendos y encima, para
colmo, no teníamos pañuelos para sacarlos por la ventanilla y que
los otros coches nos dejaran paso», cuenta María Balbina. La
tensión fue en aumento y decidieron agitar una guía telefónica -«lo
único que teníamos a mano»- para llamar la atención de otros
conductores: «Nadie nos hacía ni caso y a cada minuto que pasaba
era peor. Poco después de pasar la rotonda del colegio Madre
Alberta el niño sacó la cabeza y ya no lo pude aguantar más. La
criatura salió por completo y me quedó dentro de los pantalones,
con el cordón umbilical colgando».
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