En septiembre, las 'llampugues', directas de la mar a la cocina

No es de extrañar que Enric Massutí y Sebastià Vidal titularan su libro sobre este pez «La llampuga: un mite de tardor», ya que la llampuga es uno de los productos que, a pesar de todos los adelantos tecnológicos, sólo se suele consumir en esta época del año. Los aficionados a la mar ya empiezan a ver cerca de las costas de la Isla los típicos capcers, una técnica de pesca utilizada por los pescadores profesionales que consiste en crear una especie de jardín flotante artificial, a la sombra del cual se agrupan los bancos de lampuga. Legalmente, este método sólo pueden utilizarlo los profesionales por lo que los aficionados, para pescar la llampuga, deben respetar una distancia de una milla.

Son los profesionales los que hacen posible que la lampuga llegue a los mercados, pero no son pocos los aficionados que se reservan unos días de vacaciones para abandonar sus tareas habituales y salir a la mar para disfrutar de esta pesca, que coincide, en el tiempo, con la apertura de la veda de los verderols, veda que se abre mañana viernes. Los aficionados a la pesca saben que se deben cumplir la reglas, y así lo explica Gabriel Coll, pescador aficionado que, junto a su familia, sale año tras año a la pesca de la llampuga en la bahía de Pollença.

Y de la mar a la mesa, porque la llampuga amb pebres es uno de los platos típicos más apreciados de la gastronomía mallorquina en la época otoñal, aunque también puede servirse en escabeche, con tumbet o simplemente frita con ajos. Ahora, en las pescaderías se pueden encontrar llampugues mallorquina sobre las 1.200 pesetas, aunque hace sólo unas semanas su precio se situaba sobre las 2.800 pesetas el kilo. Las que se encuentran en las pescaderías a precios sensiblemente inferiores proceden de la Península.