A pesar de lo que pueda creerse, Yugoslavia se enfrenta aún a
enormes retos. Aunque el gran paso en contra del ex presidente
Milosevic se diera el día en que el pueblo asaltó el Parlamento,
ahora queda por delante una tarea ingente de reconstrucción
nacional y, además, de auténtica democratización del país. Vojislav
Kostunica fue el hombre de consenso de toda la oposición a
Milosevic para las pasadas elecciones, pero es ahora cuando los
yugoslavos deben construir un sistema realmente plural en un marco
de convivencia. Es preciso que afronten una transición real que no
sea cautiva de los designios de una sola persona o de un solo
partido.
Y es necesario que se abandone la idea de la imposición de un
Estado por la fuerza de las armas. No se puede olvidar que
Milosevic pretendió anexionarse Bosnia, después Croacia y,
finalmente, Kosovo, aunque en los tres casos el Ejército serbio
acabó siendo derrotado. Desde la moderación que representa
Kostunica debe ponerse fin a esta tendencia militarista y abogar
por el diálogo y el consenso. Para ello va a ser también preciso
que el Ejército se mantenga a las órdenes de las autoridades
constitucionales y no pretenda asumir un papel anacrónico que no le
corresponde.
Se trata, sin lugar a dudas, de una situación compleja, aunque
ya no exista el lastre de un presidente asido al poder a cualquier
precio. Y, dadas estas circunstancias, lógico es que se levanten
las sanciones y que la comunidad internacional aporte las ayudas
necesarias para la reconstrucción yugoslava.
Es evidente que una situación pacífica en los Balcanes va a
contribuir a una mayor estabilidad en Europa y, por ende, a
posibilitar una mejor evolución de las aspiraciones de todos los
países del Viejo Continente.
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