«Me gustaría ser funcionario» o «Qué bien viven los funcionarios».
Éstas son dos típicas expresiones que están a la orden del día en
la calle y una aspiración para jóvenes que buscan generalmente su
primer trabajo y sobre todo para quienes trabajan en la empresa
privada y su situación laboral es crítica. Pero, ¿por qué quieren
ser funcionarios?
Básicamente por el horario ya que supone, por norma general, un
horario cerrado de ocho horas diarias por la mañana y toda la tarde
libre para disfrutar. Todo ello con la seguridad de que el puesto
de trabajo será para siempre, al contrario que en la empresa
privada, donde por muy bien que se trabaje puede haber una quiebra,
una regulación de empleo... Además, para «tirar» a un funcionario
no basta con ser «malo» en el trabajo, sino que se deben dar
situaciones muy graves.
Siguiendo con los horarios, disfrutan de dos días libres, tienen
los llamados moscosos (días libres extras que «regaló» el ministro
Javier Moscoso) y si el trabajo no se acaba en el día y llegan las
tres de la tarde (hora de cerrar) se deja pendiente para el
siguiente día. Esto cada vez ocurre menos en la empresa privada y
los horarios cada vez son más flexibles. Si hay que quedarse a
trabajar, la administración paga bien.
Las ventajas de ser funcionario son muchas, pero no hay que
engañarse: para ser funcionario hay que trabajárselo y sobre todo
para determinados puestos en los que hay que competir con cientos e
incluso miles de personas y estar años y años estudiando un temario
que de un mes para otro puede cambiar.
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