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Minutos antes de las doce del mediodía una considerable cola de personas estaba aguardando a que las puertas del Rastrillo de Nuevo Futuro se abrieran. Dentro, estaba todo casi a punto, aunque seguían llegando numerosas bandejas de comida para que los visitantes pudieran sentarse a reponer fuerzas después del frenesí consumista.

Fue abrirse el recinto de Ifebal, y una avalancha humana se colocó por todos los rincones de los 27 estands de Nuevo Futuro. La duquesa de Maura, con la mejor de sus sonrisas, asesoraba a los clientes sobre cuál era la pieza que debían comprar. Casi todos los visitantes se paraban en este puesto para ver el armario de juegos que la Reina María Cristina hizo construir para el palacio de Miramar, en San Sebastián y con el que jugó Don Juan Carlos. El armario, de dos cuerpos y completamente blanco, no era lo que se imaginaba la gente. Aún así, la oferta de cien mil pesetas seguía en pie.

La ropa fue uno de los reclamos que mayor éxito tenía justo al empezar la fira. Como decía Olga de Bestard, que estaba en la Boutique del Club Santa Ponça, «un jersey por mil pesetas es un regalo. Vale la pena coger algunos. Son de primera calidad». La relaciones públicas del golf no cabía en sí de gozo cuando había pasado la primera avalancha: «Hemos tenido muchísima gente. Con este tiempo, la gente no va al Dijous Bo. Aquí se está mucho mejor. Además, la idea de peluquería y maquillaje ha sido todo un 'boom'. Las chicas tienen una gran lista de espera».

A la hora de la comida, en La Parrala, el restaurante que ocupa bastantes metros cuadrados, no cabía un alfiler. Entre los comensales, se pudo ver a la delegada del Govern, Catalina Cirer; al director general de Relacions Exteriors del Govern, Pere Fullana; al cónsul de Estados Unidos en Mallorca, Tumi Bestard, y al duque de Maura, Ramiro Pérez Maura, que aprovechó para saludar a sus amigos mallorquines.