El párroco de la parroquia de Sant Sebastià no está dispuesto a
acatar la orden del Ajuntament de Palma que le obliga a bajar el
sonido del carrillón instalado en el campanario de la iglesia. La
orden es consecuencia de las mediciones realizadas a partir de una
denuncia realizada por parte de una política del PP, Rosa Arregui,
y que concluyeron que el ruido supera los niveles permitidos por la
Ordenanza municipal.
Para empezar, Alfredo Miralles criticó ayer que la orden haya
sido remitida al Obispado «pues las parroquias tenemos NIF e
identidad propia», pero al margen de lo que califica como «un
procedimiento harto irregular», el párroco se niega rotundamente a
que «desde el Ajuntament se marque cómo debe realizarse el culto».
Sus palabras cuentan con el respaldo del consejo pastoral que, en
reunión de urgencia, acordó por unanimidad «solicitar firmas a los
feligreses, a partir del domingo, para defender las campanas de una
medida que no es de recibo». Y aclaró que en caso de que la
parroquia sea finalmente multada por incumplir la orden municipal,
«realizaremos una subscripción y no faltará gente que nos ayude con
sus donativos».
Alfredo Miralles tiene muy claro que «el Ajuntament no es
competente para decirle a la Iglesia cómo debe realizar su culto,
porque las campanas están bendecidas y son parte del culto y si
transigimos en este asunto el paso siguiente será decirnos de qué
color debe ser la casulla». «Le respondería al Consistorio con un
conocido dicho mallorquín: 'el asno le dijo al burro, orejudo '. Si
quieren dar ejemplo que empiecen por en Figuera, el reloj de Cort
que suena de día y de noche y con más de diez decibelios por encima
de lo permitido».
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