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Más de un centenar de motos, la mayoría Harley Davidson, fue ayer de excursión, con torrada, a Lluc, con parada y cerveza en Inca.
Harleys las había de todos los tipos y precios. Por ejemplo: la de Pérez, veterano motero de pro y relaciones externas del grupo HD, andará por encima de los ocho millones. Cuatro que le costó más otros cuatro que le ha añadido entre níqueles y virguerías varias. Y ya no hablemos de indumentarias, pues un traje de cuero HD no te lo compras por menos de cien mil. Uno bueno, eh. Pero es que la Harley no es una moto sino una forma de vida, una filosofía sobre ruedas que a veces quieres más que a la propia mujer. «Recorro con ella cien kilómetros "nos dijo Pérez", me paro para tomarme un refresco y en seguida quiero volver a montarla. Y es que su ruido, ese tof tof homologado, sus vibraciones, ese calorcito que te sube por entre las piernas... Sólo falta meterse en la cama con ella... Que más de una vez lo he pensado», dice Pérez, poniéndola en marcha y alineándose en la cabeza del grupo. Lluc los espera.