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A mediodía de ayer, Claudia Schiffer aterrizó en Son Sant Joan. Su coche la esperaba en las inmediaciones de «autoridades». La ex top-model, que llegó sola, sin reparar en que su presencia no había pasado desapercibida a unos ojos que casualmente pasaban por allí, tomó dirección Camp de Mar. Sabíamos que cualquier día de éstos la bella teutona tenía un compromiso con «Otto», publicación especializada en venta de prendas de vestir por catálogo. A lo que se ve, ese día había llegado. Porque también sabíamos dónde se iban a hacer las fotos: Fornalutx, en el rincón posiblemente más fotografiado y pintado de esa villa, y que está escaleras de la plaza hacia arriba. Todo, pues, era cuestión de esperar.

Claudia Schiffer, que sigue siendo una profesional, madrugó. A las diez de la mañana ya se encontraba en el interior de una furgoneta estacionada en dicha plaza. Su camerino. Estrecho, incómodo y poco apropiado para una modelo de su categoría. Pero es que no había otra cosa mejor. Desde el primer momento lo tuvimos claro: la top-model no estaba dispuesta a dar ningún tipo de facilidades a los fotógrafos que no fueran de «Otto». «Procuren no hacerle fotos mientras se las hace el fotógrafo de la revista "nos dijo alguien del grupo".

Se pone muy nerviosa». Tampoco se las hubiéramos podido hacer, pues inmediatamente la rodearon con parapetos, lo cual nos obligó a agudizar el poco ingenio que nos queda a estas alturas del verano buscando ángulos desde donde aquella muralla de tela y amianto no se interpusiera entre ella y nosotros. Por si faltara poco, se unieron a nosotros grupos de turistas que no daban crédito a que la modelo fuera Claudia Schiffer. «Pues sí, lo es. Guapa, ¿no?». En total tendrían que hacer unas seis fotos, en las que aparece con atuendos diferentes en cada una de ellas. A veces pantalón, a veces vestido, y una vez portando un cesto repleto de margaritas silvestres.

Alguien nos comentó que «Otto» ofrecería en el próximo número cuatro fotos de Claudia tomadas en Fornalutx luciendo unas prendas pertenecientes a la colección «Claudia Schiffer». O sea, que Claudia Schiffer presentaba «Claudia Schiffer fashion», minicolección "cuatro" de prendas bonitas, muy llevables, aunque vamos a ver ahora a qué precios. Lo que más nos sorprendió de esta mujer, que sigue mostrándose antipática con la prensa, es su profesionalidad. Ella, que paseó por las pasarelas más importantes del mundo cerrando las colecciones de los mejores diseñadores, estaba ahí, maquillándose y peinándose en plena calle, a la vista de cuantos la quisieran ver "que fueron muchos", y cambiándose en un pequeño e incómodo espacio "el interior de la furgoneta", sobre cuyo asiento se acostó para descansar. Es, sin duda, la grandeza del grande que comienza a menguar. Y ella sigue siendo grande. No lo duden. ¡Lástima que no quiera ser nuestro amiga!