Fue la única concesión amable que se permitió ante quienes le
escuchaban, entre ellos los presidentes de la Autoridad Nacional
Palestina y de España, Yasir Arafat y José María Aznar. Peres
recordó a Arafat su responsabilidad para asegurar el alto el fuego
en las zonas bajo su control, como paso imprescindible para aplicar
los acuerdos de paz. También, citó el sexto aniversario del
asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabin, que, a su
juicio, abrió una espiral terrorista que acabó con el proceso de
paz. Peres advirtió de que «la tierra no es el problema, es la
seguridad» ante una violencia terrorista que causa entre treinta y
cuarenta incidentes diarios, y recordó que el Informe de la
Comisión Mitchell establece en el primer punto la necesidad de
asegurar el alto el fuego.
Insistió en que «no queremos la tierra palestina, ni gobernar a
los palestinos, ni que el pueblo palestino sufra», pero es preciso
garantizar la seguridad. Dijo que restan cinco ciudades bajo
responsabilidad palestina en las que no es efectivo el cese del
fuego, y aseguró que cree en la disposición al diálogo expresada
por el primer ministro israelí, Ariel Sharon. Reconoció dos
problemas: los asentamientos, fruto de una época anterior «en la
que no veíamos salida a la paz», pero que podría solucionarse con
un acuerdo de intercambio de tierras, y los refugiados, asunto en
el que advirtió que «queremos ser amigos pero no suicidarnos»
aceptando el regreso de una población palestina que haría que
«Israel dejara de ser un Estado judío».
También dijo que existe un problema económico para los
palestinos, y con Jerusalén, «la ciudad más importante para
nosotros» y en la que «la religión es libre», y subrayó a Arafat la
responsabilidad palestina en la seguridad en los lugares santos.
Peres dijo que israelíes y palestinos han perdido confianza en la
voluntad del otro por alcanzar la paz, pero insistió en la
necesidad de aprovechar un momento en el que el mundo «está
cambiando», tras los atentados contra Estados Unidos, para vencer
al terrorismo, en una batalla en la que «no caben medias tintas».
Concluyó con el deseo de conseguir arrancar unas negociaciones de
paz para lograr un mundo en el que las futuras generaciones puedan
disfrutar «a salvo y sin miedo» de las nuevas tecnologías y se
enfrenten a grandes retos.
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